lunes, 21 de marzo de 2011

“Los masoquistas sufren y mueren, porque quieren”


En una ciudad de clase media, en una casa grande, vivía una mujer llamada Abnegada, con sus seis hijos, ella había sido abandonada por su esposo Promiscuo, ya que él era bohemio y le gustaba viajar, para estar sexualmente, con muchas mujeres de la calle. Abnegada crió sola a sus hijos pequeños y era muy hábil e inteligente y después de muchos años logró con habilidad, tener varias empresas constructoras. El esposo era un simple empleado y se enteró que la esposa tenia mucho dinero, lo cual decidió regresar a buscarlos. Promiscuo tocó la puerta y sus hijos ya grandes lo rechazaron,  porque él nunca se acordó de visitarlos, cuando ellos estaban pequeños. Abnegada salió y le dio la bienvenida, lo vio delgado y demacrado y le dijo: ¡Amorcito, que alegría! que hayas vuelto a tu hogar, siempre estuve esperando, que tú solo te dieras cuenta lo mucho que te amo. Promiscuo se aprovechó de la bondad de Abnegada y mintiendo  le dijo: Cielito yo también te amo, me fui de casa a buscar otros horizontes, para darte a ti y a mis hijos todo lo que les hiciera falta, pero me enferme y todo me fue mal. Abnegada lo abrazo y le dijo: ¡No te sientas mal!  ¡Olvidemos el pasado! ya estas aquí con nosotros y eso es lo que vale, sube al dormitorio y aséate. Promiscuo subió con sus maletas a su habitación a bañarse. Los hijos se opusieron a que Promiscuo regresara. El hijo mayor le dijo: ¡Madre! no te das cuenta que ese hombre regresó a casa, porque sabe que tienes dinero, a él no le interesamos, tu sabes que el es bohemio y mujeriego y que jamás te respetó. Por favor madre que se vaya, no queremos que sufras. Abnegada con voz tierna dijo: Hijito tenemos que perdonar, eso pasó hace muchos años, ahora tu padre regresó al hogar a nuestro lado, porque nos ama. El hijo le respondió: Madre respetamos tu decisión, pero yo no creo en las palabras de él, porque soy hombre y conozco bien las intenciones de otros hombres y más si se trata de mi progenitor, que nos abandonó cuando éramos niños y cuando mas lo necesitábamos. Yo mande a averiguar su vida, él ha vivido todo este tiempo rodeado de juegos, vicios, diversión y mujeres.  Viviremos bajo el mismo techo pero para mi y mis hermanos, solo será nuestro progenitor, porque mi padre es Dios, que esta en el cielo y jamás nos abandonó. El hijo mayor se dio la media vuelta y se fue. Abnegada se quedó llorando por la actitud de su hijo. Promiscuo bajó de su habitación bañado, cambiado y perfumado, vio a Abnegada llorando y le dijo: Cielito ¿Que te sucede? ¿Porque lloras? Abnegada le respondió: lloro de emoción y de alegría porque estas de nuevo a mi lado y ambos se abrazaron y besaron. Pasados los días, Promiscuo tomó la gerencia, de una de las empresas constructoras, estaba emocionado, porque veía que corría abundante dinero, se compró ropa, zapatos, ternos, etc. Y un carro ultimo modelo. Después de dos meses de aparente cambio, Promiscuo volvió a sus andanzas y salía a gastar el dinero, a jugar en el casino, se emborrachaba y estaba con mujeres de la calle de diferentes edades, dejo de trabajar, dormía todo el día y salía de noche a despilfarrar el dinero. El hijo mayor le reclamaba su actitud y discutían todos los días. Abnegada se acercó a Promiscuo y le preguntó: ¿Porque te gusta tomar y gastar el dinero en vanidades? Tienes que cambiar esa actitud, porque tenemos que emplear bien el dinero, ayudando a muchas fundaciones de niños huérfanos, madres solteras y ancianos. Promiscuo: molesto dijo: Nosotros no tenemos, porque preocuparnos por esa gente extraña, que ellos resuelvan sus problemas solos. El hijo mayor, con voz de autoridad le dijo: El dinero que mi madre tiene, logró tenerlo con muchas lágrimas y sacrificio y tu no vas a venir a malgastarlo ni a derrocharlo con tus vicios. Promiscuo violentamente le dio un puñete en la cara a su hijo y le dijo: ¡Eres un insolente! Abnegada le dijo: Promiscuo ¿que te pasa? ¿Por qué agrades a nuestro hijo? Jamás lo vuelvas a hacer. Promiscuo airado dijo: Este que va ser mi hijo, sabe dios quien será su padre, porque ni siquiera se parece a mí y es mi enemigo. El hijo mayor le contestó: No voy a permitir que ofendas a mi santa madre, con tus palabras; mis hermanos y yo jamás te aceptaremos como padre, porque padre es el que cría y no el que engendra. Nuestro único padre, es Dios, que le dio fortaleza y valor a nuestra madre, para sacarnos adelante a los seis y por medio de ella, él siempre estuvo pendiente de nosotros. Promiscuo gritando dijo: ¡Abnegada! ¡Estoy harto de vivir esta farsa! ¡Yo nunca te ame, ni te amare y mucho menos a tus hijos atrevidos! porque reniego de ellos y jamás los aceptaré como míos ¡Me voy de esta casa! porque no me gusta, que nadie controle mi vida, yo estoy acostumbrado a hacer lo que a mi me da la gana. Dame el divorcio, para que me des el dinero y todos los bienes que a mi me corresponde por derecho. Abnegada con lágrimas en los ojos dijo: Promiscuo ¿Por que eres así? El hijo mayor le dijo: ¡Madre! Te advertí que este hombre, jamás iba a cambiar, dale lo que a él tanto le interesa y que se vaya. Promiscuo agarró sus maletas y se fue muy molesto. Abnegada abrazando a sus seis hijos les dijo: Yo amo a Promiscuo y si acepte su regreso, fue porque quise que Uds. tuviesen un verdadero hogar, al lado de su padre. El hijo menor le dijo: Madrecita santa “Madre y Padre”, eres tú para nosotros, te amamos, porque Dios vive en ti y el es nuestro único padre, que jamás nos abandonará. Abnegada y sus hijos, eran muy felices y lograron tener mucho más dinero y formaron varias fundaciones y ayudaron a muchas personas, que fueron maltratadas y abandonadas por su familia. Pasados los años Abnegada y sus hijos se enteraron que Promiscuo se había vuelto ludópata, alcohólico, drogadicto que estaba en la miseria y lo habían encontrado muerto tirado en un basural. Abnegada y sus hijos, a pesar de la ingratitud y del abandono de Promiscuo le dieron una cristiana sepultura.